Aseguró que los investigadores la amenazaron con involucrarla en la causa. Y que no pudo ver el contenido de su relato porque no tenía gafas. Su testimonio no permitió capturar al extraño sujeto que robó una sucursal del Banco Santander, pero esclareció los hechos puesto que estaba situada en la cola de los sufridos clientes.
-La declaración fue tomada forzadamente bajo amenazas de imputarme en el hecho, todo ello estando en un verdadero estado de shock, provocado por un fenómeno de la naturaleza.
Personal policial la trasladó a la Comisaria, donde le exhibieron fotos del presunto atracador, tomadas con la vídeo vigilancia de la entidad, en ellas se ve una abultada prominencia en uno de sus bolsillos, mientras anda titubeante hacia la ventanilla de pagos.
La mujer señaló que luego la llevaron a la fiscalía y allí los policías "le armaron una descripción de los hechos" a la que ella, admitió, aportó "algunas cosas". Después, la trasladaron otra vez a la comisaría y posteriormente a un hotel, en el que denunció que fue "torturada psicológicamente". Según su denuncia, aceptó declarar porque a cambio le prometieron "protección, un lugar lejano donde vivir, trabajo y la garantía que lo que ellos habían escrito quedaría en un sobre cerrado, siendo la única finalidad que el juez dicte una orden de detención".
El caso es que en realidad no hubo atraco, más bien regalo bancario, un hombre estaba esperando pacientemente esperando su turno, una atractiva mujer con una minifalda que apenas tapaba sus muslos, acompañada de su fornido novio, se agachó de repente para coger unas monedas de tal forma que rozó con sus nalgas los pantalones de nuestro despistado personaje.
Al notar algo duro en su trasero se giró, mientras apoyaba más su trasero y sonriendo le repitió la famosa frase de Mae West:
-"¿Llevas una pistola en el bolsillo, o es que te alegras de verme?”
El caso es que quizás la frase se produjo en un momento de silencio y todos en la cola se giraron y pudieron comprobar el enorme bulto que surgía del pantalón, quizás por la vergüenza provocada por las indiscretas miradas, para no querer admitir aquella extraña e indebida erección, al hombre le dio por decir tranquilamente:
-Una pistola
El pánico se extendió por la sucursal, los niños lloraban, los hombres se lanzaron al suelo, protegiendo a sus mujeres, estas defendían con su cuerpo a sus hijos mientras gritaban con voz chillona:
-¡¡ Una pistola !! ¡¡ Lleva una pistola Dios Mio !! ¡¡ Vamos a morir !! ¡¡ Rehenes, rehenes !!
Le hicieron pasar directamente a la ventanilla donde el empleado tembloroso, bajo las órdenes del director, le extendió unos fajos de billetes que le pusieron ordenadamente en una bolsa de plástico.
El hombre con aquella erección de caballo y la bolsa llena de billetes salió de la sucursal y no se supo nunca nada más de él.
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