-¿Quién es? Preguntaba una voz nasal.
Ahora una nueva serie de pitidos orquestales, en varios tonos y duraciones.
Tres gemidos cortos agónicos, se distribuyeron por el pequeño micrófono abierto.
-!Gamberros! Como baje os vaís a enterar, bramaba una voz potente y ronca.
-Acaríciame el culo ¡porfa!
Me dijo entonces ella, con voz suave, melosa y a la vez silenciosa.
La confusión reinaba allí, ya casí nadie sabía el origen de la miscelánea de voces.
-Que te lo acaricie tu madre ¡Golfos!
-zummm zummm zummm (alguien confiado abría la puerta), quizás pensaba que esas caricias serían para el o quizás ella.
Sin darnos cuenta, los rizos dorados de su hermosa cabeza, aplastaban levemente el interfono, en cada retorcimiento, en cada embate, ella estaba arrinconada en aquel oscuro portal, dando con la cabeza contra aquellos minúsculos botones, mis manos enredadas entre sus medias negras, estirando como un chiclé, bajadas hasta la mitad de sus turgentes muslos, eran empujadas por los dedos, mientras la palma recorría aquellas ancas blancas, para meterse, confundían los dedos entre su piel, avanzaban hacia sus bragas y magreaban sus nalgas, introduciéndose lentamente en su entrepierna, que ejercía como un mágico y enganchante imán, de donde emanaba todo calor, humedecida por la excitación, sus muslos eran duros y su piel era increíblemente suave, las manos resbalaban hasta la entrepierna, dejando un rastro de temblores y pequeños cabezazos contra aquel panel. El olor a su excitacion se escapaba por aquel cuello que mordía sin poder parar.
Los vecinos del inmueble comenzaron a contestar, a entrelazar conversaciones sin ton ni son, unos abrían el portal, se oiá el tableteo de puertas, voces y gritos sin obtener respuesta.
-zummm zummm zummm zumm
-bufffffff, suspiros, respiraciones aceleradas.
-Sigue, sigue, sube guarroooo que estoy desnudaaaa!! una vecina no paraba de darle al zumbador.
Poco a poco todos los vecinos empezaron a intercambiarse mensajes eróticos, los maridos y mujeres andaban lejos del hogar en sus ocupaciones, nosotros habíamos sido los catalizadores de aquellas mentes ociosas.
-Oye que yo soy el del 3º primera, estoy solo ¿quién se anima?
cloc cloc cloc repiqueteo de unos tacones alocados por la escalera.
-Si no me follas, le diré a tu marido la que estás liando, tu misma, le contaré lo del fontanero, te habla el del 4º segunda.
-Veleeeeeeeee, sube entonces, sube, se oyeron varias voces con un tono de culpabilidad, y unas risas en los pequeños altavoces de varias casillas, el interfono se había convertido en un MSN, agregándose y desagregándose vecinos (con zumbidos incuidos)
Otra vez un trasiego de puertas y pisadas.
-¿Quieres que entremos aquí?- me preguntó ella en voz baja. Me estaba metiendo la mano a través del pantalón y había notado toda mi excitación, noté como su mano calibraba mi polla, la recorría desde los huevos hasta el glande, en contacto con sus dedos templados, medio salida del pantalón, estaba muy dura y tan grande que ya no había manera de alojarla.
Cuellos de la gente de la calle, se retorcerse al pasar, los tacones paraban su repiqueteo, mirando mi pene escapándose generosamente de entre sus dedos.
-zummm zummm zummm zummm, entramos por fin, gemidos y alaridos anónimos a través del telefonillo que se fueron diluyendo.
El interior era muy antiguo y oscuro, ella me dirigía con mi pene atrapado entre sus dedos, como si fuera una correa, como si me fuera a escapar, yo estaba absorbido por la negrura, pero ella me metió habilmente en un vetusto ascensor, con sus puertas de hierro forjado y madera roja, me gustaba ese punto de elegancia colonial, dejábamos abajo los pisos y las escaleras que subían por ambos lados, lentamente, en aquel perezoso y sonoro ingenio de principios de siglo, nos perdimos en una oscuridad sigilosa, vigilados por vecinos agazapados detrás de sus mirillas.
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