Golpeo con furia sobre el vidrio intentando hacerme oír por ese ser inanimado con forma humana que se encuentra tras él. Mis puños arremeten una y otra vez contra esa fría superficie, grito a pleno pulmón, pero mi voz no consigue atravesarla y se pierde entre el fragor de todas aquellas otras voces que me acompañan.
Intento girar la cabeza para mirar a mi alrededor, buscando algún lugar donde poder agarrarme y no caer al abismo, a ese oscuro agujero que, ávido, se traga todo lo que está a su alcance, succionando la vida y los sueños.
Finalmente atisbo lo que parece ser un pequeño hueco unos metros más abajo de donde me encuentro. Si consigo llegar hasta él podré vaciarme en su interior y evitar el aciago destino que ya han sufrido muchas de mis hermanas. Intento tomar impulso absorbiendo el reguero de agua que han ido dejando mis predecesoras, y esquivando alguna que otra porquería que se ha quedado adherida al cristal me encamino, triunfante, hacia mi salvación.
Apenas doce centímetros me separan de aquel pequeño hueco cuando comienzo a notar que alguna fuerza externa a mí me arrastra en dirección contraria. Es el viento que, sabedor de su superioridad, se divierte jugando con nosotras. Nos arrastra de un lugar a otro sin esfuerzo, fingiendo no escuchar nuestras súplicas, y dejándonos caer a su antojo en cualquier otro lugar. La historia se repite, he regresado a la ventana, pero esta vez me encuentro en la otra hoja. Mientras comienzo a resbalar de nuevo me pregunto qué sentido tiene repetir los errores del pasado. Me dejo caer hacia el abismo pensando que, tal vez, no sea tan malo. Probablemente perderé la conciencia y no sentiré nada. Seguro que no me dolerá. Y quién sabe qué maravillas hallaré al otro lado…
Cierro la ventana, comienza a llover, y voy siguiendo el camino descendente de las gotas de lluvia aparentemente inanimadas que resbalan por el cristal. Me mimetizo con ellas, trasladando mi “yo” pensante al otro lado, a la calle .....
Intento girar la cabeza para mirar a mi alrededor, buscando algún lugar donde poder agarrarme y no caer al abismo, a ese oscuro agujero que, ávido, se traga todo lo que está a su alcance, succionando la vida y los sueños.
Finalmente atisbo lo que parece ser un pequeño hueco unos metros más abajo de donde me encuentro. Si consigo llegar hasta él podré vaciarme en su interior y evitar el aciago destino que ya han sufrido muchas de mis hermanas. Intento tomar impulso absorbiendo el reguero de agua que han ido dejando mis predecesoras, y esquivando alguna que otra porquería que se ha quedado adherida al cristal me encamino, triunfante, hacia mi salvación.
Apenas doce centímetros me separan de aquel pequeño hueco cuando comienzo a notar que alguna fuerza externa a mí me arrastra en dirección contraria. Es el viento que, sabedor de su superioridad, se divierte jugando con nosotras. Nos arrastra de un lugar a otro sin esfuerzo, fingiendo no escuchar nuestras súplicas, y dejándonos caer a su antojo en cualquier otro lugar. La historia se repite, he regresado a la ventana, pero esta vez me encuentro en la otra hoja. Mientras comienzo a resbalar de nuevo me pregunto qué sentido tiene repetir los errores del pasado. Me dejo caer hacia el abismo pensando que, tal vez, no sea tan malo. Probablemente perderé la conciencia y no sentiré nada. Seguro que no me dolerá. Y quién sabe qué maravillas hallaré al otro lado…
Cierro la ventana, comienza a llover, y voy siguiendo el camino descendente de las gotas de lluvia aparentemente inanimadas que resbalan por el cristal. Me mimetizo con ellas, trasladando mi “yo” pensante al otro lado, a la calle .....
No hay comentarios:
Publicar un comentario