Su cuerpo se agita débilmente como la luz de una vela, mientras es navegado por esta noche, teñida de rayos ebrios de Luna, manchas trémulas grisáceas con matices azules se deslizan por su cuerpo, lentamente, hacia sus desnudos muslos, gotas perladas dotadas de luz propia destacan en la negrura, la oscuridad prohibida tantea su vientre con delicadeza, sus temblores provocan una marejada, rodillas abiertas como flor nocturna, para recibir mejor sus propios estremecimientos.
Interpretación de gemidos acompasados, sintiendo las ondulaciones del vientre, mirada extraviada brújula perdida, de sus rincones más obscenos, paseo solitario, silencioso, sin tierra a la vista donde resguardarse, está totalmente desnuda y sabe a sal.
Penetrada y rebosada furtivamente por la noche, suave y profundamente solo como ella sabe hacerlo, su cuerpo se dobla como un junco y se abre de nuevo elásticamente, para recibir más que la medida justa, en el recipiente bullicioso de todos sus escalofríos, quiere ser vertida, recibir la esencia de ese silencio compartido, ser penetrada hasta el fondo, que sus entrañas sean recorridas, que la brisa espumosa se expanda dentro de su cuerpo, buceando muy hondo en esa tibia caverna acuosa, escondida entre esas dos redondeadas montañas blancas que se retuercen en un placer indescriptible, guardada por matorrales de seda, guarida perfecta donde crecen volcanes de lava ardiente.
Despierta y enfurecida por la invasión de la marea, con el ir y venir del mar furioso, el fuego rojo interno de la sangre que corre veloz y rabiosa por sus propias venas. Acceso de locura, apogeo de dulce agotamiento, poros inundados de sudor salado, enredada entre la espuma marina de suaves sábanas de algodón, duerme plácidamente con su amante, la noche....
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