miércoles, 8 de octubre de 2008

La pieza rota del rompecabezas

Algo iba mal.

Notaba que las cosas no encajaban, pero resulta que el que no encajaba en las cosas era yo.


El coche arrancó, sin mediar palabra, antes de que pudiéramos subir Marlene y yo, ver alejarse el coche con mi amigo Jairo en el maletero, escondido entre cientos de cartones para proteger huevos, perdiéndose en la oscuridad de la noche, mientras conducía mi mujer Paula, no presagiaba nada bueno.

Jairo, me había llamado angustiado días atrás, pensaba suicidarse, lo tenía todo decidido, quería morir de axfisia por falta de oxígeno, de modo que nos reunió a su mujer, Marlene, a mi su mejor amigo y a mi mujer Paula, nos dimos un último abrazo y mi mujer le dio un beso, (tengo que decir que los besos de Paula son especiales y diferentes a los conocidos).

Decidió encerrarse en el salón de su casa, cerrar las ventanas y esperar sentado tranquilamente en el sofá, naturalmente dicho método me pareció bastante inusual y poco efectivo, pero no iba a facilitarle las cosas, al fin y al cabo no me apetecía que mi amigo muriese.....tal vez unos días mas en este mundo le hiciera cambiar de parecer.

Al cabo de varios días y varios intentos, con barba de varios días, comprendió que si no aislaba totalmente la habitación, era imposible, además cada día nos fundíamos en nuevos abrazos de despedidas y el consabido 'último' beso de Paula.

De forma que decidió que se ahogaría en el maletero de mi coche, para evitar molestias subiriamos todos en el mismo y una vez dejase de respirar, le enterrásemos en algún lugar lejano y tranquilo. De modo que compramos unos cientos de envases de cartón para proteger huevos, para que sus últimos momentos fuesen sin moratones, se desnudó y se metió en el maletero entre los cartones, antes de cerrar le dí un último abrazo.

Paula le dió un beso tal vez más largo de lo habitual, pero claro pensé que era el último, que menos que se fuera de este mundo con un buen sabor de boca.......y desde luego ella podía dejar un sabor así durante horas.

Ahora estábamos Marlene y yo, ahí de pié, solos, envueltos en la noche, sin saber que hacer, el plan no era el previsto. Esperamos en vano durante una hora, ateridos de frio, que volviera el coche.
Marlene, la chica del pelo de cobre, me pidió dormir en casa con los ojos lagrimosos, no sabía si era su primera noche como viuda, o como mujer despechada, de una forma comprensiva accedí, al fin y al cabo yo estaba en su misma situación.

Aquella noche no pude dormir. Recuerdo perfectamente haber pasado las horas dando vueltas, insomne, sobre la cama, si al menos pudiera entender algo. Cuando era ya muy tarde pude al fin cerrar los ojos, y tener otro de esos sueños en que Jairo ya muerto, me llamaba al móvil y me contaba los secretos de la vida eterna.

Debía ser muy buena la vida eterna, pues noté como las manos de unos ángeles (no se cuantos) me bajaban el pantalón del pijama y con gran dulzura, acariciaban mis muslos, luego agarraban el tronco de mi pene y subían y bajaban la piel, muy lento y silencioso, luego la quietud, otra vez sonaba el móvil de Jairo y más secretos eternos, rodeados de luces blancas y de indefinición...... mientras mi pene parecía dotado de vida propia y su piel subía y bajaba.
Luego noté como entraba y salía en una especie de cueva de muros blandos, eran húmedos con una temperatura muy agradable, dichas paredes se abrían y cerraban contra mi pene, y cuando más lo apretaban, lo empujaban hacia su profundo interior, para luego dejar su presión, pero no su contacto, permitiendo que saliera hacía la embocadura, siempre de una forma muy armónica, muy suave, no era un sueño sexual o al menos eso me parecía a mi, el caso es que noté como una especie de lava espesa, fluía en mi interior, sin que yo la dominara, arrancándome un placer terrible por donde pasaba, y un vacio terrible al escapar. Ya despierto, preguntándome entre legañas el significado de mis sueños, me incorporé entre las sábanas y apareció el pelo cobrizo y detrás de él, Marlene , se incorporó lentamente a mi lado, con cara de culpabilidad, en sus labios aún quedaban restos de mi leche, me pidió perdón por no haberme consultado, pero no podía dormir, la abracé y le hice el amor dulcemente.

Dormimos, al día siguiente se fue y no volví a saber más de ella, hasta que un día decidí llamarla .....

Más adelante supe que el beso de Paula, hizo que Jairo amara la vida. Lo entiendo porque a mi me despertaba constantemente las ganas de vivir.

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