-Los penes son como grandes narices, pueden oler su presa a distancia....
-No digas tonterías
-Mira esto.
Primero se agachó, acercó su rostro y le bajó lo pantalones lentamente hasta la mitad del muslo, mirándo fijamente, luego ahueco la mano y agarró aquella forma cilindrica, ayudó a que surgiera a través de la abertura del calzoncillo, salió como un resorte, estaba hinchada.
-Ya me está oliendo la mano.
-Si claro, me está diciendo que te has pasado con el perfume.
-No seas tonto, sabes perfectamente que es vuestra segunda nariz.
En ese momento, se agachó aún más, bajó la piel lo justo y dio un lento lengüetazo en el glande que asomaba brillante a través de la piel. Sonrió pícaramente.
-Primero hay que limpiar la pituitaria, para que no contamine los olores.
El hombre le siguió la corriente...
-Si, si claro, ahora puedo oler perfectamente en estereo, los vecinos están cocinando un café ahora, que bien tengo dos narices la de arriba y la de abajo.
La mujer se quitó el tanga blanco, una pequeña gotita delataba que aquella situación la estaba excitando, una vez fuera hizó una pinza con sus dedos y ondeó el tanga enfrente de aquella verga, como si fuera un sabueso a punto de buscar su presa, el pene con las venas ya hinchadas, se iba colocando paralelo al suelo, hinchado de mala manera, provocando un gemido mal disimulado.
-¿Lo ves?. Me ha olido y sabe que estoy en celo.
-Aquí la única nariz que hay es tu tanga, ya verás.
-Eso si que no me lo creo.
El hombre enrolló aquel tanga de algodón suave, como una escalera de caracol, a través de su pene, como pudo se vistió, dejando sin abrochar algún botón de los pantalones, que no podín disimular tamaña excitación.
-Quiero que pienses, que en todas las horas del día, tu tanga estará rozando mi glande, cuando ande, cuando me siente, cuando esté discutiendo con mi jefe, oliéndote y sabiendote excitada.
Y tú, pensarás en el tanga que te falta, cuando notes el aire corriendo entre tus muslos desnudos, quiero que no lleves tanga en todo el día, cuando pienses en tu tanga manchado, notaras como te invade todo mi olor.
-Buffff, devuélvemelas, no me hagas esto.
-Ni hablar !!
A media mañana sonó el teléfono móvil del hombre.
-!No puedo más! Mi mente no puede dejar de pensar ¿Quedamos para comer?
Al sentarse por fin en la 'Trattoria Veneciana', él la estaba esperando, distinguió claramente su franca sonrisa, le sorprendió una flor blanca en su copa, al acercarse vió que era su tanga deliciosamente doblado, un nuevo estremecimiento recorrió sus muslos desnudos bajo la falda.
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