Quizás nadié le advirtió que hay preguntas que no deben hacerse, porque el efecto de la pregunta era devastador, las mujeres huían con una mirada torva, ante una sinceridad tan aplastante.
Hace años él había rozado a una compañera de Instituto de una forma casual, pero claro su timidez, no le permitió averiguar si la sensación fue satisfactoria en ambos cuerpos y por lo tanto seguir avanzando en la cuestión, resolviendo el tema con un huidizo 'lo siento'.
Por fin una simpática mujer anónima, en la cola de un supermercado, accedió a sus razonables propósitos, con un divertido...
-¿Y por que no?
Añadió que solo disponía de una hora para tal menester, de modo que le propuso un paseo por el parque, para evitar miradas indiscretas.
A pesar de esas dos preocupaciones, las miradas indiscretas y el límite horario, se decidió por besarla, (estuvo durante toda una vida, pensando como sería este momento). El beso se desarrolló con total naturalidad y la hermosa mujer de la que no analizaremos los motivos que le impulsaron a consentir en ser tocada, devolvió el beso con naturalidad.
Miles de duendes mentales, le dijeron que parara ahí, en ese beso cándido para evitar un traúmatico rechazo posterior, el contrato verbal no especificaba que tipo de tocamientos y la brevedad del tiempo asignado no aconsejaba proezas mayores, esas advertencias fueron rechazadas por una prodigiosa erección y entonces se obró el milagro, la mente empezó a dejar de trabajar, entrando en un mundo mágico, que se adueñó de sus manos, de su respiración, de él mismo.
Deslizó su mano con delicadeza la mano bajo su abrigo, palpando sus pechos entre la suave tela de su blusa blanca, que fue desabrochando poco a poco y moviendo los dedos como un ejército adiestrado, avanzando y rodeando lentamente su sujetador.
Ella no solo consintió a esas inocentes caricias a través de la piel y la copa de tela del sostén, reaccionó abriendo más la boca, en ese beso que parecía no acabarse nunca, con el estímulo de unos imperceptibles gemidos y de su lengua. Aquella lengua que deambulaba en su boca y buscaba la suya, mientras la mano se movía perezosamente entre la piel y la tela, percibiendo la textura de los bultitos incipientes, duros en medio de aquellos pechos redondos, ahora hinchados y deliciosos que pugnaban por salir.
Aquella lengua le pareció que excedía a su petición inicial, era una lengua que le abría las puertas de algo que no conocía, no habían concretado nada de que sus lenguas se tocaran, sin embargo ahora su propia lengua, cobraba vida en la oscuridad de su boca, nunca antes había tenido dos lenguas ahí, en su propio paladar un sabor desconocido a un fluido ajeno, solo con esta idea un placer intenso le recorrió la médula espinal.
Aquella lengua ajena, se proyectaba en su interior, se deslizaba, le mojaba con su saliva dulce, era como el cuerpo de ella, desprovisto de su piel, le impulsó a tratar de poner delicadamente su mano entre sus muslos redondeados, bajo la falda, no solo no encontró resistencia, aquellos muslos se abrieron, entonces notó un calor extraordinario que se transmitió como por arte de magia a su interior, inexplicablemente para él, las manos de ella navegaron lentamente por encima del pantalón, encontrandose con su órgano terriblemente erecto.
No hubo batalla, ni resistencia alguna......
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